Dicen que el mar lo devuelve todo. Recuerdos, naufragios, secretos. A veces, incluso nos devuelve a nosotros mismos.
Mi viaje por la costa de Oaxaca fue un recordatorio de eso. Entre la liberación de tortugas en La Ventanilla y una sesión de snorkel en Estacahuite, me encontré pensando en lo mucho que tenemos en común con estas pequeñas criaturas marinas. La lucha por avanzar, el miedo a lo desconocido, la necesidad de adaptarnos.
Thelma y Louis: dos tortuguitas y el arte de soltar

Cuando sostuve en mis manos a una cría de tortuga marina, sentí una mezcla de ternura y vértigo. Son tan pequeñas, tan frágiles… y, sin embargo, están programadas para recorrer el mundo.
Les puse nombre a dos: Thelma y Louis. No sé si por la historia de la película o porque, en el fondo, todos buscamos la libertad. Ellas la encontraron en la arena dorada de La Ventanilla, avanzando a trompicones hasta que una ola las abrazó y se las llevó.
Las probabilidades de que sobrevivan no son altas, pero ellas no lo saben. Solo siguen adelante. Y ahí me cayó el veinte: qué diferente sería la vida si dejáramos de pensar en todo lo que puede salir mal y simplemente nos lanzáramos.
Este pequeño paraíso no solo es hogar de tortugas marinas, sino también de cocodrilos, iguanas y una gran diversidad de aves. La comunidad local ha convertido la conservación en su forma de vida, protegiendo los nidos, resguardando el ecosistema de la laguna y promoviendo un turismo consciente que ayude, en lugar de dañar. Todo lo que hacen aquí es un recordatorio de que la naturaleza no nos necesita, pero nosotros sí a ella.
Bajo el agua, todo es más claro
Día dos. Playa Estacahuite.
Si la superficie es hermosa, lo que hay debajo es otro nivel. Equipados con snorkel, seguimos a Miguel, un guía que se mueve como si hubiera nacido con branquias. Nos acercó erizos, nos mostró más de treinta especies de peces, y nos llevó a explorar un arrecife lleno de vida.
Aquí, como en muchos rincones de la costa oaxaqueña, la conservación es un trabajo silencioso. No hay grandes campañas publicitarias, pero sí un esfuerzo diario por mantener los ecosistemas marinos en equilibrio. Los locales han aprendido a compartir el espacio con el mar, a respetarlo y a cuidarlo. Y mientras flotaba sobre el arrecife, viendo cómo todo se mueve con una armonía hipnótica, me pregunté si, en algún momento de la evolución, nosotros también fuimos así. ¿En qué punto de la historia olvidamos cómo fluir?

Dejarse llevar
Oaxaca tiene esa magia. No te empuja, no te obliga. Solo está ahí, esperándote, con sus playas escondidas, sus montañas que se pierden en el horizonte, su comida que te abraza el alma.
A veces, nos aferramos demasiado al control, a los planes, a los miedos. Pero hay lugares que nos enseñan a soltar. A confiar. A darnos permiso de simplemente ser.
Así que, si alguna vez necesitas recordar cómo fluir con la vida, tal vez solo haga falta hacer lo mismo que Thelma y Louis: avanzar sin miedo, dejarte llevar por la corriente y confiar en que el mar siempre te llevará a donde debes estar.



Descubre y elige y tu destino
Por: Maye Padilla (Si vas a copiar, al menos dame el crédito)