En estos tiempos tan agitados, en los que parece que todo corre demasiado rápido, aprender a pausar se ha convertido en un verdadero regalo para mí. No siempre fue así. Recuerdo que al principio, cuando me sentaba a meditar, lo hacía casi por necesidad: ansiedad, angustia, una mente que no paraba de correr. No buscaba perfección, sólo un poco de calma. Hoy sé que esa pausa, aunque breve, me devuelve a mí misma.

La meditación, para mí, no es sentarme a vaciar la mente o a buscar un estado ideal. Es más bien acompañar lo que sucede dentro, observar sin juicio, aceptar la realidad tal como es. No siempre es fácil, y no siempre siento que “funcione”, pero la constancia ha hecho que mi relación conmigo misma cambie profundamente.
Los beneficios de la meditación están bien documentados: reduce el estrés, mejora la concentración, ayuda a manejar la ansiedad y el insomnio, y fortalece la conexión con nuestro cuerpo y nuestras emociones. Estudios científicos respaldan que meditar de forma regular puede incluso mejorar el sistema inmunológico y disminuir la percepción del dolor físico. Pero más allá de los datos, lo que más me encanta es cómo la meditación me ha ayudado a abrazar mis límites con amor y a encontrar espacios de paz en medio de la tormenta.
Al principio escuché de alguien que no se puede dar meditaciones si no estás bien. No creo en eso. Creo que justamente quienes hemos atravesado momentos difíciles tenemos mucho que ofrecer, porque la meditación no es sobre perfección, sino sobre presencia.
Los juicios como ese, a menudo reflejan más las inseguridades o temores de quien los emite que la realidad de quien los recibe. Muchas veces son una forma de proteger su propia incomodidad. Por eso, es importante no tomar esos juicios como algo personal, sino verlos como una invitación a cultivar la compasión, tanto hacia los demás como hacia uno mismo.
Por eso medito y por eso comparto: para recordar que la pausa es para todos, incluso cuando no estamos en nuestro mejor momento.
Y antes de juzgar a otros, siempre es bueno mirarnos en el espejo con compasión y honestidad.
Por eso he decidido dejar en mi blog una serie de meditaciones pensadas para quienes, como yo, buscan un respiro, un momento para encontrarse, para soltar la exigencia y simplemente estar. No necesitas ser un experto ni estar “perfecto” para meditar; sólo necesitas darte permiso para pausar.

Te invito a que explores estas meditaciones, a que te regales esos minutos de calma y presencia, y que descubras cómo, poco a poco, la pausa puede convertirse en un refugio en medio del caos.
PD: Escucha la meditación que necesitas, aquí.


Por: Maye Padilla (Si vas a copiar, al menos dame el crédito)