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¿Somos valientes? ¿O solo aprendimos a caminar con todo y miedo?

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Estos días, estar en casa se siente… extraño.

Como si una parte de mí ya estuviera en movimiento, viajando en pensamiento, despidiéndose en silencio.

Viajar siempre ha sido una de las cosas que más me transforman.

Me enamora descubrir culturas nuevas, perderme en calles desconocidas, sentirme pequeña ante la inmensidad del mundo. Siempre regreso siendo alguien distinto: una versión más sabia, más conectada, más llena de vida.

Pero también hay un miedo que late suave, como un susurro en el pecho: el miedo de enamorarme tanto de un lugar que duela dejarlo atrás. Es ese mismo vértigo que sentimos al enamorarnos de una persona, sabiendo que en algún momento quizá tengamos que soltar. Y sin embargo, vuelvo a hacerlo. Una y otra vez.

Ir sola, que antes me intimidaba, hoy se ha convertido en una de mis actividades favoritas. Descubrí que hay una libertad y una fuerza que solo aparecen cuando caminas contigo misma como única compañía.

Aun así, las expectativas son altas. Los lugares al que me esperan son sueños de años, postales que imaginé mil veces. Y aunque sé que “sin expectativas no hay decepciones”, a veces me cuesta no ilusionarme.

Este nuevo viaje marca el primer paso hacia algo mucho más grande: el futuro de mi hijo.

Un futuro que nos hará crecer, amarnos de nuevas maneras, aprender a extrañarnos y a reencontrarnos más grandes.

Viajar también me ha enseñado que quienes se atreven no son necesariamente más valientes. Simplemente aprendieron a caminar con todo y miedo.

A tomar la incertidumbre de la mano y seguir avanzando.

Y sí, los viajes también son terapéuticos.

Diversas investigaciones han demostrado que viajar puede reducir los niveles de estrés, fortalecer el bienestar emocional y estimular nuevas conexiones neuronales. Cada paso fuera de la rutina es también un paso hacia dentro, hacia una versión más completa de uno mismo.

Mientras escribo esto, sigo teniendo la esperanza de que a alguien le sirva leer… recordarle que el miedo no siempre es una señal de detenerse.

A veces, es solo el precio de crecer.

… elige tu destino

Por: Maye Padilla (Si vas a copiar, al menos dame el crédito)

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