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¿Quién dijo que para descansar hay que sufrir primero?

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Durante años, viví la Semana Santa como una especie de respiro pactado. Un oasis permitido. No importaba cuánto me sintiera al borde del colapso, ni si había desconectado de mí misma desde enero: si llegaba Semana Santa, me lo había ganado. Así nos lo enseñaron. Un descanso merecido, tras meses de esfuerzo, desgaste o simplemente de cumplir.

Pero últimamente me pregunto: ¿Cuántas de nuestras decisiones en vacaciones están realmente conectadas con lo que necesitamos… y cuántas vienen dictadas por un patrón de comportamiento profundamente arraigado? Ese que nos dice que, para descansar, primero hay que sufrir. Que, para disfrutar, primero hay que sacrificar.

Y así, incluso en temporada santa —donde originalmente se hablaba de retiro, silencio y transformación interna— terminamos en una carrera por aprovechar el tiempo, subir la mejor foto, tachar un destino más del mapa o desconectar, pero sin realmente conectar.

La meritocracia no descansa. Nos alcanza incluso en la arena, en la montaña o en los templos. Se cuela en forma de culpa, de prisa por aprovechar, de necesidad de validar nuestras decisiones: “¡Me lo merezco!”, decimos, como si disfrutar la vida necesitara justificarse.

Pero, ¿y si empezamos a cuestionar ese viejo contrato? ¿Y si el descanso no fuera un premio sino una necesidad legítima? ¿Y si no tuviéramos que “hacer mucho” para luego “ganarnos” una pausa?

Hoy, en vez de seguir repitiendo sacrificios que ya no me hacen sentido, elijo hacer espacio. Para lo que me nutre. Para la pausa real. Para la incomodidad de no tener nada que probar.

Tal vez, el verdadero acto de rebeldía espiritual hoy no sea el sacrificio… Tal vez, el verdadero cambio empieza por reconocer cuánto hemos normalizado el cansancio, la exigencia y esa necesidad de “merecer” lo bueno. Y cuánto de eso seguimos arrastrando, incluso en momentos que supuestamente deberían ser de descanso.

Hoy prefiero preguntarme: ¿esto lo hago porque realmente me hace bien… o porque así me enseñaron que debía ser?

No tengo todas las respuestas, pero sí una certeza: quiero salirme del automático. Escuchar más lo que necesito. Tal vez en eso esté la semilla de una nueva manera de vivir estas fechas. Más presente. Más honesta. Más mía.

Crea tu espacio y elige tu destino.

Por: Maye Padilla (Si vas a copiar, al menos dame el crédito)

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