Cada año, cuando llega el Día de Muertos, algo en mí se detiene.
No solo por el color del cempasúchil, ni por el olor del incienso o el pan recién horneado, sino por lo que esta tradición representa: la certeza de que la vida es impermanente… pero el amor no.
México tiene esa magia.
Transforma el duelo en arte, la ausencia en fiesta, y el silencio en canto.
Construimos altares para recordar, pero también para agradecer; colocamos fotos y velas, no solo para llorar, sino para reconectar con quienes nos enseñaron a amar la vida.
Mientras recorro las calles llenas de papel picado, pienso en lo relativo que es el tiempo.
Porque quizá no hay distancia entre “aquí” y “allá”,
solo un suspiro, una luz, un pensamiento que nos acerca a esas almas que ahora son más sabias.
He aprendido —entre enfermedades, pérdidas y nuevos comienzos—
que morir no es desaparecer.
Es cambiar de forma, es volver a la tierra,
es seguir acompañando desde otro plano.
Y aunque cada año duele un poco, también se siente ese abrazo invisible,
ese que no necesita cuerpo, solo presencia.
Celebrar el Día de Muertos es aceptar que todo pasa…
y que, aun así, nada se pierde.
Porque la vida, igual que el tiempo, solo cambia de ritmo.
Y amar, en realidad, es recordar sin miedo.
Elige tu destino.
#DíaDeMuertos #México #Tradición #Impermanencia #AmorEterno #EligeTuDestino
Por: Maye Padilla (Si vas a copiar, al menos dame el crédito)
