Hoy escribo desde un lugar tranquilo, con la brisa de fondo y la sensación de que algo dentro de mí ha cambiado. Pensaba en todo lo que significó terminar el Teacher Training Course (TTC) en yoga. Fueron semanas intensas, días de esfuerzo físico y emocional, risas compartidas, silencios incómodos y descubrimientos profundos.
Al final del TTC sentí una mezcla extraña: orgullo, gratitud, pero también un poco de vacío. Como cuando terminas un capítulo importante de tu vida y no sabes bien cómo empezar el siguiente. Recordé todo lo que aprendí, no solo sobre posturas y respiración, sino sobre paciencia, límites y compasión conmigo misma. Aprendí que rendirse no es una opción, pero tampoco lo es exigirse hasta el agotamiento. Hay un equilibrio sutil que solo se encuentra con práctica y observación.


Este viaje, más allá del TTC, fue un espejo. Me recordó que cada paso que doy —en el yoga, en los viajes, en la vida— está conectado con mi historia. Me vi reflejada en cada clase que impartí, en cada respiración guiada, en cada momento de silencio compartido con mis compañeros. Sentí que todo eso me prepara para lo que viene: abrir un nuevo espacio, crear mis propios proyectos, guiar a otros con mi experiencia y mi sensibilidad.
Cerrar el TTC no fue un final, sino un nuevo comienzo. Como en el yoga, cada postura tiene su cierre y su apertura. Y hoy, mientras escribo, siento que puedo llevar conmigo todo lo aprendido: no solo el conocimiento técnico, sino la calma en el caos, la claridad en la confusión y la certeza de que estoy exactamente donde debo estar.
En este momento me abrazo a mí misma, reconociendo mis logros, mis miedos, mis caídas y mis pequeños grandes avances. Y pienso: este es el viaje que vale la pena, no por los lugares que visitamos, sino por lo que nos llevamos dentro.



Elige tu destino
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Por: Maye Padilla (Si vas a copiar, al menos dame el crédito)