Lakshmi Maye

Lo que el Yin Yoga me enseñó más allá del mat

Llegué a San Agustinillo sin expectativas, con cautela y con la mente llena de ruido. Una certificación de Yin Yoga parecía el siguiente paso lógico en mi camino, pero al principio me sentí confundida, incluso un poco reprimida. No sabía bien qué esperar, ni de la práctica ni de mí misma.

Éramos 19 personas, todas con historias distintas, pero de alguna forma nos sincronizamos desde el primer día. Nuestra maestra Patty Gajaschi… No sé ni cómo describirla. No es solo conocimiento, es presencia. Un ser amoroso, alegre, dinámico, que nació para compartir lo que sabe. Le admiro profundamente.

Entre teoría, práctica y largas horas de exploración en el mat, algo dentro de mí empezó a cambiar. Poco a poco solté el juicio, abracé la incomodidad y, sin darme cuenta, terminé conectando no solo con mis compañeras (y con el único hombre del grupo, que nos hizo sentir genuinamente apreciadas), sino con la verdadera esencia del Yin Yoga.

Esta práctica no se trata solo de posturas sostenidas por minutos eteeeeernos. Es un espejo, un espacio donde el cuerpo y la mente se encuentran sin máscaras. Ahí, entre silencios y exhalaciones profundas, entendí que la pausa también es parte del movimiento.

Hoy solo tengo gratitud… Por mi entera yo, Patty, por mis compañeras, por el universo que me puso justo en ese lugar y por quienes amo incondicionalmente.

A veces mis decisiones parecen impulsivas, pero cuando el alma llama, no hay error posible.

San Agustinillo me dio mucho más que una certificación. Me dio la oportunidad de recordar que incluso en la quietud, sigo avanzando.

Practica Yoga y elige tu destino.

Por: Maye Padilla (Si vas a copiar, al menos dame el crédito)

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