Esta Semana Santa, dos futmoms —sí, esas mamás de futbolistas en plena etapa intensa de la vida— decidimos salir de la rutina con nuestros adolescentes y lanzarnos a un viaje que, sin saberlo, nos iba a mover muchas fibras. Nuestro destino: Dolores Hidalgo.
Dolores, cuna de la Independencia. Recorrimos sus calles, su plaza, su historia, sus artesanos, probamos sus nieves de todos sabores, pero sin importar lo magnífico que es el lugar, felices de salir de casa, aunque sea unos días, fue una bocanada de aire fresco. Porque seamos honestas: menopausia y adolescencia no hacen match tan fácilmente. Una anda con bochornos y cambios hormonales; el otro con hormonas en ebullición, sueños gigantes y cierta desconexión emocional. Pero lo logramos. Y reímos los cuatro, mucho.

Las ocurrencias de los adolescentes nos hacían el día. Esas frases sin filtro, sus teorías locas, su forma de ver el mundo… nos sacaban carcajadas y también nos recordaban por qué todo esto vale la pena. En medio de los contrastes generacionales, nos sentimos más cerca de ellos. Y también más cerca de nosotras mismas.
Entramos a la parroquia donde Miguel Hidalgo dio el Grito. Es como si la tierra misma guardara la memoria de tantas luchas… algunas por libertad, otras por justicia, y otras, como las nuestras, por el simple y poderoso acto de acompañar a los hijos en su camino.
Y claro, en medio de todo estaba la Virgen de Dolores. Tan presente, tan madre. Y pensé en todas nosotras, las futmoms que vamos por la vida con el corazón en la mano, que lloramos en silencio, que dejamos ir aunque duela, porque sabemos que volar también es parte del amor.
Entre caminatas, risas, desahogos y charlas largas, surgieron temas profundos: el futuro, los miedos, las oportunidades, los sacrificios. Mi hijo se fue de casa a los 14 años para perseguir su sueño de ser futbolista. El otro chico sigue aquí, luchando también por ese mismo anhelo. Las ganas son las mismas, el amor por el balón también… lo que cambia son las oportunidades. Y ahí estamos nosotras, sus mamás, reflejadas una en la otra, con los mismos desvelos, la misma entrega, los mismos silencios cuando el corazón se nos aprieta por ellos.
Fue en esas reflexiones donde entendí algo que aún resuena en mí: tal vez eso es lo que Jesús vino a mostrarnos. Y no es en mi opinión “morir por nosotros”, sino a mostrarnos lo que realmente importa: acompañarnos como iguales, sin juicios, sin etiquetas. Estar. Amar. Reflejarnos. Sostenernos.
Después fuimos a Atotonilco, a esa iglesia maravillosa que llaman la “Capilla Sixtina de México”. Ver los frescos, tan detallados y simbólicos, fue impactante. Ahí presenciamos parte de la escenificación del Viacrucis. Los chicos, en silencio, impresionados por el realismo, por la entrega del actor que representaba a Jesús, por la intensidad del momento.
Este viaje me afirmo que ser mamá no es solo criar: es aprender a soltar, a confiar, a seguir presentes incluso cuando ya no estamos tan cerca. Que la familia puede formarse más allá de los lazos de sangre, en el compartir, en las risas, en los silencios, en el mirar juntos hacia adelante.
Y sí, querido lector: hay cosas que sólo una madre es capaz de hacer por sus hijos. Como dejarlos ir para que puedan encontrarse.
Busca la oportunidad, y elige tu destino
Por: Maye Padilla (Si vas a copiar, al menos dame el crédito)