Pues fuimos a la marcha del 8M. No es la primera vez que veo imágenes o escucho sobre lo que sucede en estas manifestaciones (obviamente) pero estar ahí, sentir la energía, leer las consignas y escuchar las voces de tantas mujeres, fue una experiencia aterradora y emocional al mismo tiempo, no pude pasar lista con ellas por mi nudo en la garganta.
La frase en las consignas de esas pancartas que más me impactó fue: “Que el privilegio no nuble tu empatía.” Y me hizo pensar… en lo inconsciente que soy de ser una persona privilegiada.
No he vivido en carne propia muchas de las injusticias y violencias que llevaron a esas mujeres a marchar. Y no puedo decir que espero nunca me pase por que en este país lamentablemente soy parte de las estadísticas, y desde lo afortunada que soy podría haber elegido mirar hacia otro lado. Pero el hecho de que no me haya pasado a mí, no significa que no pase.
Ser privilegiada no me hace ajena a la realidad de otras mujeres.
No me hace indiferente a su dolor.
Al contrario, me hace responsable de escuchar, de aprender y de cuestionarme cómo puedo contribuir a un mundo más justo.
A veces, el privilegio nos da la opción de ignorar lo incómodo. De creer que, si algo no nos afecta directamente, entonces no es nuestro problema. Pero creo que ahí es donde entra la verdadera empatía: en la capacidad de reconocer las luchas de los demás, aunque no sean las nuestras, y en no minimizar su importancia solo porque no las hemos vivido.
La marcha me dejó muchas emociones. Me sentí inspirada, conmovida, y también confrontada. Pero, sobre todo, reafirmé que ser parte del cambio no significa solo hablar cuando algo nos afecta personalmente, sino estar ahí, con el corazón abierto, incluso cuando podríamos elegir no hacerlo.
Que nuestro privilegio nunca nos haga ciegos. Que nunca nos robe la empatía.
Empatiza y elige tu destino.

Por: Maye Padilla (Si vas a copiar, al menos dame el crédito)